domingo, abril 22, 2007

Los muertos... de risa.

La foto —cortesía de Suso Bello— se corresponde con un momento de la preproducción de la película, el pasado verano, en la que decidí probar el féretro en donde debería meterse el actor para saber si iba a estar cómodo o no.

La conclusión es que precisamente cómodo no iba a estar. Jean Claude podrá dar fe de ello.

¿De qué me reía? Posiblemente Tania, que pululaba cerca, debió hacer algún chascarrillo irrepetible, de esos que acostumbra hacer gala con su ingenio innato y singular, y que provocaron en mí ese ataque de hilaridad.

¿De qué me río hoy? No es importante el qué, sino con quién. Por eso publico hoy esta foto: para que os riáis conmigo.

Yo me río con todos esos nobles y buenos profesionales del equipo que, con su humildad y esplendidez, hicieron suya la película; y con los actores que, con generosidad y grandeza, me permiten modestamente jugar con ellos para intentar arrancarles unos personajes distintos; y con las gentes de los pueblos donde localizamos la acción, por su hospitalidad, altruismo y bondad; y con todas las instituciones, organismos y personas que, directa o indirectamente, están ayudando y haciendo posible que esta película se estrene algún día. Y ese día, espero, me reiré también con el público. Me río, en definitiva, con mi gente.

Pero también me río, con tristeza —en realidad, por no llorar—, de todos aquellos que, ebrios de egolatría, no creen en más sueños que inflar de forma onanista su propio narcisismo.

Porque estoy convencido que los sueños sólo se cumplen si son empeños generosos, humildes y colectivos. Sed felices.

martes, abril 17, 2007

Caimanes y frailecillos


Allá por los felices años 20, a semejanza de las conocidas tertulias literarias, proliferaron en España las llamadas “peñas” cinematográficas, cenáculos y corrillos de cafés donde se reunían gentes del cine —directores, artistas (como se les llamaba entonces a los actores), algún que otro cameraman y otras gentes de dudosa reputación—. Una de las más populares era la del café “La Maison Dorée”, en la calle Alcalá al lado del teatro Alcázar, que albergaba la numerosa y animada peña cinematográfica “Los Caimanes”, mezcla de oficina de contratación, gaceta de noticias ilusorias, anuncio de grandes producciones —que no solían pasar de meros proyectos— y mucha picaresca desordenada en busca de un posible capitalista, al que hoy denominamos productor. Allí se acuñó el termino caimanía —“derivado tal vez de caimán, de reunión de caimanes al acecho, con la boca dentada bien abierta para engullir al primer capitalista que cayera por los aledaños”, como evocaba Santiago Aguilar en una crónica del mundo cinematográfico de la época recogida por Fernando Méndez Leite en su “Historia del cine español”, (Editorial Rialp, Madrid, 1965).

Todo esto viene a cuento de la polémica que se está levantando en torno a algunos artículos publicados estos días en la sección de Cultura de La Voz de Galicia, firmados por el escritor y periodista Camilo Franco —enhorabuena una vez más, Camilo, por tu excelente trabajo de investigación—. En concreto me refiero al del domingo día 15, “Congelado el rodaje de largometrajes en Galicia en lo que va del 2007, y al de hoy, día 17, “Cultura respaldó la producción de diez películas en el 2006.

Como soy parte implicada me gustaría observar que aquellos artistas de los años 20, fueron relevados por los productores del siglo XXI que, como cocodrilos, están (estamos) agazapados al acecho, no ya de capitalistas, sino de las instituciones y televisiones (especialmente, si son públicas).

No tienen la culpa las instituciones y televisiones, no. Más bien creo que algunos —no todos, que conste— de esos caimanes de hoy, no contentos con devorar la jugosa presa del erario público, pretenden además que la presa se suicide lanzándose alegremente en sus fauces, para no tener que hacer así ni el menor esfuerzo cinegético, con la única excusa de que se pretenden poderosos. Y, carentes del menor escrúpulo, a una mala, son capaces incluso hasta de intentar zamparse al frailecillo, ya sabéis, esos humildes pajarillos que limpian los dientes de los cocodrilos porque ellos no pueden limpiárselos a sí mismos.

Si alguna culpa tienen (o han tenido alguna vez) las instituciones o televisiones, es haber apostado por los caimanes en vez de por los frailecillos.

martes, abril 10, 2007

María y Sergio.

En la estadística sobre qué es lo que más les interesa conocer a los visitantes de este blog sigue en cabeza todo lo relacionado con el equipo artístico.

Hoy quiero hablaros de María y Sergio, que son precisamente los actores más jóvenes del reparto. A María Castro la conocí en un casting buscando una actriz para interpretar el papel de una aspirante a cabaretera en una entrega de premios de los Mestre Mateo del audiovisual gallego. ¡Qué deciros! Mi querida pelirroja pizpireta llegó, vio y venció —y por el medio cantó, bailó, actuó, convenció y brilló como sólo las estrellas con luz propia saben hacerlo—. En el mismo instante que la elegíamos tuve claro que tenía que ser mi María (curiosamente, el personaje de la película también se llama como ella, aunque el guión estaba escrito cuando María, la de carne y hueso, todavía debía vestir uniforme de colegio y puede que hasta llevase un alambre en los dientes…). Eso sí, reconozco que la hice sufrir un poco porque no se lo dije hasta un año y pico más tarde. Mientras tanto, le seguí la pista e incluso volví a trabajar con ella, mejor dicho, con su voz. Su disciplina, voluntad y talento me confirmaron lo que mi estómago —los directores debemos dejarnos guiar muchas veces por el estómago— me apuntó el primer día.

Con Sergio Bermúdez, ese chico risueño, sencillo y con cara de pillo, la cosa fue distinta ya que, por circunstancias y avatares de los rodajes, tuvimos que organizar un casting improvisado y rapidísimo. Bueno, en realidad no hubo necesidad de tal: una rápida conversación durante una apresurada comida —y otra punzada en el estómago— sirvió para convencerme de que era el actor adecuado para el papel de César. Él no probó bocado y se marchó antes de los postres. Para compensar la larga espera que le había infligido a María, traté de hacerlo sufrir hasta el día siguiente, pero por aquel entonces no sabía que Diana y Kira, que también trabajaban en la película (en el departamento de vestuario), eran sus maravillosas hermanas e iba a ser absolutamente imposible guardar el secreto ni media hora. En fin, no me equivoqué —o no se equivocó mi estómago— porque en los ensayos me dejó claro que tenía capacidad, intuición, chispa, aptitudes (y actitud) para ganarse el papel por méritos propios.

César y María, María y Sergio, son una de las parejas protagonistas de “Los muertos van deprisa” y da gusto verlos juntos y rodeados de actores veteranos, con gran experiencia y trayectoria, pero con las mismas ganas, ilusión y tenacidad que el que más.

Una de las satisfacciones más grandes que puede experimentar un director es descubrir que tiene olfato y saber, cuando aún están empezando (antes que los “descubran” otros), quiénes van a triunfar. Para mi propio regocijo, María y Sergio me han regalado el privilegio de haber sido uno de los primeros en confiar en su profesionalidad, proeza que me resulta más gratificante que ganar un Goya (creedme, os lo dice uno que ya tiene la parejita).

No me equivocaré si aventuro que María y Sergio son dos grandísimos actores que alcanzarán todo lo que se propongan en su oficio porque poseen habilidad, soltura, preparación y facultades para ello. Y, por si fuera poco, tienen un gran futuro por delante donde otros sólo tenemos presente (y algunos ya sólo pasado). Pero lo más importante es que son además dos personas maravillosas, humildes, cordiales y honestas. ¡Buena gente! Y, más que de trabajar con ellos, me enorgullezco de que sean mis amigos.

Muchas gracias, chicos. Espero tener el honor de volver a trabajar con vosotros en breve. Sed felices.

miércoles, abril 04, 2007

Gloria

Semana Santa. Bueno, para unos más santa y para otro más laica. En cualquier caso, estos días suelen ser fechas adecuadas para el descanso, para un lapso de inactividad, de ocio, una semana de espera —y reflexión—, para marcar un espacio en la expectación, un intervalo en la expectativa, un tiempo para alcanzar la perspectiva visual que a veces todos necesitamos en nuestro trabajo diario.

A día de hoy, os informo a todos los que seguís este blog que los derechos de la película son ya míos y que, en lo que se refiere a la producción, sólo nos falta cerrar un contrato para iniciar de nuevo, partiendo de cero, “Los muertos van deprisa”. Pero de ese contrato depende que el barco llegue a buen puerto o no.

Nos ha costado seis meses pero los pilares básicos están conseguidos (los podéis ver en la columna de la derecha, debajo de PADRINOS): ayuda de la Xunta de Galicia, adelanto de la Tercera Vía del ICAA (anticipo que negociaremos con Audiovisual SGR), acuerdo de compra de derechos de antena y coproducción con la TVG, acuerdo de distribución con Buena Vista International Spain y pequeños —y no tan pequeños— patrocinios y colaboraciones del Concello de Ribadeo, Inditex, R, Estrella Galicia, etc.

Muchas gracias a todos los que me habéis ayudado a llegar hasta aquí, especialmente a María, Tania, Miriam, Isa, Juan, José, José María y un largo etcétera. Y por supuesto a todo el equipo técnico y artístico (que continuáis interesados en saber cómo van las cosas) y a los que nos habéis dado ánimos durante todos estos meses.

En definitiva, ¿qué resta? Pues sólo nos falta el contrato con una televisión nacional. El proyecto está presentado a TVE —con dictámenes esperanzadores por parte de los responsables de Adquisición de Derechosy aproximadamente de aquí en un mes o mes y medio, resolverán. Es decir, ya sólo podemos esperar. La parte negativa: que también está esperando media industria del cine español.

En mayo, cuando el faro de Illa Pancha se cubra de nuevo de fucsia, sabremos si el sueño se hace realidad o no. Demasiado tarde para rodar en primavera, pero con tiempo suficiente para preproducir en verano y volver a rodar en septiembre (como siempre estuvo previsto).

Si finalmente no conseguimos cerrar ese contrato, con todo el dolor de corazón “Los muertos…” pasarán a mejor vida, que ya va siendo hora de que descansen (aunque no será un descanso eterno, eso os lo prometo). No obstante, os puedo asegurar que, después del parón de Semana Santa, un servidor echará toda la carne —que ya estará levantada la vigilia— al asador para intentar cerrar un buen acuerdo.

Mientras tanto, los que seáis creyentes, rezad. Los que no, deseadnos suerte. A la vuelta, os continuaré informando. Sed felices, porque la semana de la Pasión siempre acaba con un domingo de Resurrección y Gloria ;)