Ayer mismo, aprovechando que me llamaba para preguntar por mi reciente pero ya superada enfermedad, me enteré por ella misma que
María Castro había sido galardonada con el prestigioso premio
Ondas a la
Mejor Interpretación Femenina de Ficción Nacional por su papel de
Jessica en
Sin tetas no hay paraíso, según el jurado, por
"su frescura" en la interpretación.
Sé que éste es el primero de muchos premios, y así se lo dije, porque María Castro nos dará todavía muchas alegrías. Nuestra María no es producto de modas o famas pasajeras. Quien la conozca sabe que es una gran actriz, disciplinada, voluntariosa, con enorme vocación y talento, capaz de inocentes registros e interpretaciones de carácter, humilde y generosa en su trabajo, las mejores cualidades de un actor. Es de esas actrices de porcelana que igual te hacen llorar, que se transforman en payasos sin el menor pudor para hacerte desternillar hasta escachar coa risa, como decimos en Galicia, porque no tienen el menor sentido del ridículo (una de esas grandes virtudes de la humanidad que parece que poco a poco está desapareciendo). En cualquier caso, en drama o comedia, María es de las que hacen saltar las lágrimas de emoción. Dadle tiempo y veréis. En realidad, no es una actriz... es una estrella (siempre le digo que perfeccione su inglés todo lo que pueda...), de esas que brillan con luz propia iluminado todo lo que hay a su alrededor.
Os contaré un par de secretos -se ruborizará cuando los lea-, de esos que gustan tanto a los fans. Conocí a
María en un
casting, ya va para cinco años,
en el que buscábamos una presentadora para una entrega de premios cuya temática iba a ser el cabaret. La persona en cuestión debía saber bailar, cantar y actuar. Llegó al
casting, muy seria (raro en ella) con una cinta grabada con el tema
Main Herr, de
Cabaret, lo puso y comenzó a cantar y a bailar una coreografía que ella misma se había inventado. No hubo dudas.
Mamen Quitas, que producía la gala y yo que la dirigía, la elegimos en seguida para el papel. Pero lo mejor fue el día del estreno en el teatro
García Barbón de
Vigo, de donde por cierto es natural. Después del ensayo general, mientras el patio de butacas se abarrotaba, preparada la retransmisión en directo por televisión y cinco minutos antes de levantar el telón, mientras todos, hasta el más pintado, teníamos esa tempestad en el estómago propia de los instantes previos al
show en vivo, me la encontré por los pasillos de los camerinos comiéndose un bocata de chorizo. Recuerdo que le pregunté muy sorprendido:
"vaya, María, ¿no estás nerviosa?". Tragó tranquilamente un trozo de bocadillo y, muy natural, como si la sorprendida fuese ella por la pregunta y yo fuese una especie de marciano por hacerla, me respondió "
No"... tan campante como si ya se hubiese merendado mil representaciones de aquella función.
Durante la retransmisión se cayó la señal de la televisión y tuvimos que interrumpir un número musical en mitad de su actuación al lado de
Monti Castiñeiras. Muy tranquila, dejó de cantar, agarró a su
partenaire por el brazo, sonrió al publico de esa forma que sólo ella sabe hacer y, con una ligera reverencia, hizo
mutis mientras bajábamos el telón, arrancando una ovación de oro entre el público presente. Al reanudar el espectáculo, volvió a salir como si no hubiese sucedido nada. Para colmo de mi admiración, cuando días después vi la grabación televisiva del espectáculo, descubrí que, sin que nadie la hubiese aleccionado, cada vez que se dirigía al público buscaba la cámara que la estaba grabando (ésa que tiene un pilotito rojo encendido) y siempre la encontraba, a pesar de que, contando la
steady-cam y la cabeza-caliente, debía haber 8 ó 9 cámaras en el teatro. ¡Un portento!
A partir de entonces, se convirtió en algo así como mi musa pelirroja (yo también, aunque ya tengo todo el pelo cano, soy de familia de pelirrojos, por parte de abuela materna...), musa que, por cierto, ya me ha acompañado en todos mis trabajos de cine posteriores (dobló a Elena, el personaje femenimo de mi última película de animación "El sueño de una noche de san Juan" y, como ya sabéis, fue María en LMVD). Y, desde luego, si puedo, no será la última vez que trabajemos juntos porque, además, por si fuera poco su habilidad profesional y dotes interpretativas, es una excelente persona, rebosante de buen humor y derrochadora de humanidad y simpatía. Un beso grande, María. ¡Tú sí que vales! :)