miércoles, enero 10, 2007

Fucsia.

Hoy le escribo a Elisa y Joselo: muchas gracias por vuestro mensaje de ánimo y por vuestro esfuerzo por sacar adelante nuestra película. Y a Elisa —y también a Pepe, doblemente, porque decidió dar mi nombre, hace casi cuatro años, para proponerme como jurado en un concurso de bandas de música que iba a tener lugar en Ribadeo, un honor que estuve a punto de rechazar. De hecho os dije: “Llamad a Arturo Kress, él sí que sabe... es mi músico”. Luego me explicasteis que las bandas en cuestión sólo interpretarían bandas sonoras… En fin, que decidí ir, pasándome previamente por el otorrino para quitarme esos molestísimos tapones de los oídos que me llevaban incordiando desde varias semanas atrás.

He de decir que me lo pasé en grande escuchando a John Willians, entre o
tros, magníficamente ejecutado por la Banda Municipal de Ribadeo, entre otras. Y fue ese fin de semana cuando Balbibo me preguntó si no tenía algún proyecto en ciernes. Le dije que sí, que andaba buscando unos acantilados. Y él, siempre expedito, se apresuró a venderme: “Pues por aquí tenemos unos acantilados de ¡manda truco!

Y, de
paso que me llevaba a ver los acantilados (hay que decir que inicialmente acepté la visita casi por compromiso, por no hacerle un feo), me hizo un exhaustivo recorrido turístico por toda la costa: el muelle del cargadero, el faro de isla Pancha, Rinlo, A Devesa, las cetáreas abandonadas, la playa de Os Castros… Y, claro, me enamoré de Ribadeo —como no podía ser de otra forma— y así se lo hice saber a Balbino (el mejor cicerone que podía tener el Concello). Y él me profetizó: “¡Pues espera a que llegue la primavera y crezca el “diente de león” (Carpobrotus Edulis) en la isla del faro y se cubra toda de color fucsia…!

En aquel momento, yo no sabía de qué estaba hablando, pero llegó la primavera. Y decidí que aquellas serían las localizaciones de “Los muertos van deprisa” y que nuestra película sería una comedia de color fucsia.

Más tarde, con el tiempo, con el ir y venir, y con el devenir, me enamoré de la gente de Ribadeo y, especialmente, de los vecinos de Rinlo (y, por qué no, también del arroz con bogavante de La Cofradía).

Sí, no os quepa la menor duda: “Nos veremos cuando las flores de la isla Pancha la tiñan de nuevo de color fucsia”.

Sed felices.




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